8_Lluvia

Me contaba mi abuelo que en los días de lluvia se quedaba absorto y fluían todos los pensamientos. Días de estos en los que el mar llenaba las pupilas y los largos viajes en coche a Belgrado. Mis abuelos viajaron mucho durante toda su vida hasta que hizo crac y mi abuelo fue el mismo, pero mi abuela ya no fue la misma. Esa vuelta de llave no tenía marcha atrás.

“Sin equivocaciones, dudando hasta lo más mínimo
por delicadeza o por hacerse el más fuerte, huyó
milimétricamente. Pablo tenía escritos mil testimonios,
mil fotografías almancenadas en la retina, revisándolas
en un día de lluvia, incongruente con el verano más cálido.
Aquella mañana, el simple hecho de que la nevera estaba
llena le colmó de una ilusión renovada, de zapatillas verdes
con cordones cambiados de color. Tenía en la comisura
de sus labios la madrugada de María y el kickboxing en las venas.
Me quieres me quieres. El amor, ese gran embaucador.
Pablo, nuevamente vespertino”.

Los días pasaban con ese frescor de septiembre, soñando con el verano recién desprendido. Aún tienen las cosas el sueño de la sal pegada a los paladares. Sueños sin reserva de plaza y con vistas a una piscina herméticamente cerrada. Las puertas dan con sus quicios en la duda, en lo que más duele. Machaconamente acontencido, dormido como ahora hasta no poder más.

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