Negro

Violeta vestía de negro por dentro y, sin embargo, no me he cruzado nunca a nadie que cuelgue las piernas en el puerto como ella y ni que hable de helados como de un cuento de princesas. Zalacaín, el aventurero reconoció a regañadientes esa hermosura y, él mismo me dijo , en confidencia, que esa mujer sabía el secreto de las corrientes y del silencio entre ola y ola. Violeta suspendía en sus labios, turquesas y sucedáneos de anocheceres, dando la impresión de no haber deshecho aún las maletas. Más de una vez me pareció que olvidaba cuál era su estación de destino y cambiaba de línea de metro, desesperada, atada a una inconsciencia que la dominaba, que no la dejaba escapar, ser ella misma, intensa, feroz y la mujer más dulce y más océano, incatalogable. Despierta, son las diez menos cuarto. ¿No habías quedado a las once en Goya?. Sedosa, abandona el placer de contener su calor bajo las sábanas y electrizando, polarizando mi piel de arriba a abajo. Ha elegido para hoy ropa interior rosa, unos vaqueros, una camiseta verde con pacman y unas bailarinas. Sonríe, me da un beso en la frente, en la mejilla, en la otra y en el ápice de mis labios. Parece que vuela cuando cierra la puerta y desencadena, ella sola, la mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario